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Disfruta la música en tu auto, si quieres llamar la atención, puedes hacerlo de otra forma.

  • audiocar
  • 20 oct 2021
  • 3 Min. de lectura

Me gusta la música y los aparatos para reproducirla desde que tengo memoria. Recuerdo tener quizá unos siete años cuando me regalaron un radio-robot de plástico. Radio AM por supuesto, ya que en esos días el FM era algo que sólo algunos sabían que existía. Recuerdo cómo me gustaba y cómo lo escuchaba con deleite durante largas horas, metido bajo las sábanas durante las mañanas de los fines de semana. Ya más grande, a mi hermano mayor le dieron su auto. Se trataba de un Opel Olímpico (conmemorativo de las olimpiadas) modelo 1968. Estábamos en 1983, por lo que el auto no era precisamente lo más llamativo del momento, pero como buen primer auto de un adolescente era todo un acontecimiento. Siendo así, mi hermano inmediatamente vio la forma de mandarlo pintar color gris rata (originalmente era verde), las antiguas defensas cromadas al color del auto, le puso además la típica de entonces antenita negra al centro del techo, espejos “Baby Turbo”, obviamente lo achaparró hasta donde se pudo, vestiduras de velour negro y, lo que a mí más me impactó, le instaló un complejo para entonces sistema de sonido. Obviamente eso del Tuning existe desde que existen los autos, aun cuando sólo recientemente se le llama de esa forma.

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Hablemos del sonido

Realmente no sé cómo lo hizo, pero mi hermano vio la forma de financiarse y adquirir lo que en aquellos momentos se consideraba un buen equipo de sonido: estéreo (de casetes por supuesto, el CD estaba a punto de inventarse) comprado en “Tepito” marca Clarión, modelo 3500R. ¿Qué cómo me acuerdo? Conservo el manual de instrucciones original, por supuesto. Para ser sinceros no era ninguna maravilla ni para aquel entonces; su único ajuste era un control de tono, pero aun así apantallaba a más de uno. De ahí se mandaba la señal de audio (nivel altavoz) a un impresionante ecualizador Clarión “de foquitos”, quizá uno de los aparatos más representativos y de época que haya habido en México. Entregaba 35 Watts, no creo que RMS, en cada una de sus cuatro salidas, con una distorsión cercana quizá al 10%, pero que en esos días impresionaban más que un amplificador de 1000 Watts de ahora. Su nombre característico se lo ganaba gracias a un par de hileras de LED’s rojos, una a cada lado de su frente de aluminio negro.

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De ahí, a un par de bocinas de 6x9” en la sombrerera por supuesto, escuchen esto: Jensen Triax II, o sea, lo mejor de lo mejor de lo mejor que existía en los primeros 5 planetas de la vía láctea y satélites circundantes. En esos días no había mejores, al menos para mí y para todos a quienes conocía, de igual forma como el Grand Marquis era el mejor auto que podía llegar a tenerse.

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Decirles que sonaban impresionantemente bien, nítido y fuertísimo sería modesto. Para la parte delantera y colgando al borde del tablero, un par de tweeters “de Flor”, de esos piezoeléctricos con trompeta de plástico negro, que vendían creo que en 1 peso la pieza (o su equivalente) en el centro. En eso consistía todo el equipo y como les comento, en su día era ejemplo de lo que un BUEN equipo de audio automotriz podía llegar a ser.

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¿Pero a qué venía todo esto? Que yo recuerdo subirme al coche con mi hermano y sus cuates a dar la vuelta, poner Pink Floyd The Wall a todo volumen con las ventanillas abiertas y realmente ir llamando la atención al circular por la calle. Recuerdo que me daba risa observar a la gente, cómo todo el mundo volteaba a ver qué era lo que estaba pasando, qué era aquel escándalo que se acercaba. Realmente era una sensación agradable y mi hermano lo sabía y lo disfrutaba.

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Pero, ¿qué creen? Pues que ya pasaron casi 38 años. Lo que era “padre” entonces ya no es “cool” ahora sino más bien lo contrario. Eso de ir con el escándalo por la calle sólo suele llamar la atención de las “ratas de dos patas” y más bien crea una impresión negativa en el sexo opuesto. Así que mejor actualízate, insonoriza tu auto para que por dentro sea toda una discoteca sin que los de afuera tengan que enterarse y, si insistes en llamar la atención, píntate el pelo de verde.

Artículo obra del Ing. Juan Castillo Ortiz publicado en la Revista AudioCar #192.



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