¿Por qué nos gusta escuchar la música tan fuerte? ¡Tu súbele el volumen al radio!
- audiocar
- 7 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Al parecer, la mala reputación de escandalosos la tenemos bien ganada. Pasamos por las calles haciendo vibrar los vidrios y otras cosas más, y nuestros eventos son cada día más ruidosos. Pero, ¿por qué nos gusta tanto la música fuerte? A decir verdad, existen varias razones científicas o mejor dicho psicoacústicas, para ello.

Respuesta en frecuencia
La primera se debe a que la respuesta en frecuencia de nuestros oídos no sólo no es lineal, sino que además depende de la intensidad. A bajas intensidades, presentamos una marcada pérdida de sensibilidad en bajas frecuencias, fenómeno que se va corrigiendo a medida que subimos el volumen. Esto fue estudiado y graficado desde los años 30’s, primero por Fletcher y Munson, hasta llegar al estándar internacional ISO 226 ó Contornos de Intensidad Constante, de los señores Robinson y Dadson. Lo que estas curvas nos dicen básicamente es que si asistimos a una presentación musical en vivo, en la cual la intensidad sonora promedio ronde los 80 dB SPL, para poderla escuchar con el mismo balance espectral en nuestra casa o auto, también habrá que reproducirla a esos mismos 80 dB SPL. Si nuestra madre, esposa y/o vecinos no nos lo permitieran y tuviéramos que conformarnos con un volumen inferior, digamos 50 dB SPL, esto daría como resultado que las bajas frecuencias se percibirían alrededor de 10 decibeles por debajo del nivel de las medias frecuencias, lo que definitivamente acabaría con el cuerpo y balance espectral de la obra.

Frecuencia y tono
El segundo fenómeno tiene que ver con la diferencia entre frecuencia y tono. Frecuencia es el número de ciclos por segundo que completa, por ejemplo, la cuerda de una guitarra al sonar, lo cual es un hecho objetivo y cuantificable, mientras que tono es la percepción del sonido que esto produce, es decir, totalmente subjetivo. Ambos coinciden, en el caso de 1000 Hertz, para una intensidad de 60 dB SPL. Si lo reproducimos más fuerte o más quedo, la percepción subjetiva del tono cambia, por lo que efectivamente ya no estaríamos escuchando la nota como correspondiente a 1000 Hertz. Adicionalmente, mientras más fuerte el estímulo, más bajo en frecuencia escuchamos los bajos mientras más alto en frecuencia los agudos, es decir, la tendencia se va a polos opuestos en los extremos del rango audible.

Distorsión
El tercer fenómeno del que hablaremos hoy tiene que ver con la distorsión, pero ¡la que se produce en nuestros propios oídos! Nuestro oído, como transductor, es asimétrico y no lineal. Por lo tanto regularmente reproduce, y escucha, frecuencias no contenidas en el material original. Éstas se conocen como armónicos áureos y tonos de combinación, cuyos equivalentes en equipos de audio no biológicos corresponden a la distorsión armónica e intermodular. Debido a que la cantidad y proporción de estos armónicos acústicos dependen del nivel acústico recibido, cualquier diferencia entre el nivel real de la obra y el nivel de reproducción, provocará enormes diferencias en las reacciones del oído del escucha.

Por lo antes descrito, es obvio que la única forma de realmente percibir de manera correcta una pieza musical, es reproduciéndola a la intensidad a la que se presenta en vivo. Cualquier otra intensidad nos producirá errores y desbalances, los cuales simplemente no se pueden compensar en su totalidad de ninguna otra forma. Digo, siempre nos ha gustado subirle el volumen al estéreo, ¿no? Como que siempre ha sido obvio que fuerte suena mejor, sin necesidad de que alguien viniera a darnos la razón con todos estos detalles.
Así que ya lo sabes, la próxima vez que alguien intente siquiera lanzar un comentario acerca de tu manera de disfrutar tu música, ya tienes cómo callarlo, ¡con argumentos científicos psicoacústicos comprobados!
Artículo obra del ING. JUAN CASTILLO ORTIZ publicado en la Revista AudioCar #186
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